ALBERT CAMUS, Mondovi, Argelia, 1913 – Villeblevin, Francia, 1960), filósofo del absurdo, ínclito analista sobre el vano esfuerzo del ser humano por encontrar el significado de la vida. Guía moral e intelectual de una Europa desgarrada, voz de una generación que alcanzó la madurez en medio del sufrimiento y la desesperanza inmersa en una carencia de valores existenciales. ¿Qué añadir que se desconozca al perfil de este gran hombre que fue Albert Camus? Afiliado al partido comunista, militante de la resistencia y acusado de estático por negarse a compartir con Sartre la violencia como instrumento para alcanzar la revolución social, y no aceptar su permisión a la hora de juzgar las brutales acciones de Stalin. ¿Qué suma este libro?, ¿una ficción?
EL autor, Rafael Borge, nos responde:
• El guion: es un viaje que se adentra en su pasado, en compañía de personajes reales o literarios, según las ocasiones, y bajo un entorno onírico, cautivador.
• El territorio: los tres últimos días en la vida del creador de El Extranjero.
• El motivo evidente: narrar, basado en fuentes no oficiales, lo que bien pudo ser el origen y la causa de su mortal accidente automovilístico.
• El motivo recóndito: analogías con El sueño de la razón produce monstruos (grabado número 43 de la serie Los Caprichos, de Goya).
Rafael Borge
Una anécdota: nací en el 54 de 1900 en la que Diego de Losada dio en llamar Santiago León de los Caracas.
Un alegato: si he sucumbido a la creación fue en defensa propia. No había otra salida al fondo del inmundo callejón. Diluviaba. El sonido de sus tacones aproximándose la delató. Éramos contornos desvaídos en un paisaje atroz. Ella sacó el arma primero. Apuntar fue un error que no estaba escrito en el guión. A pesar de la oscuridad fui más preciso. Ya reducido y esposado, un inspector me leyó los derechos. Yo estaba confuso como cualquier otro autor. “Qué es si no un juego galantear con la Musa, coquetear con la Musa, modelar la Fantasía”, le dije. En el interrogatorio confesé haberlo hecho como ejercicio, sin mayor pretensión. Creo que el inspector no me entendió. Tampoco lo hizo el jurado. Y ahora, desarmado, estoy en manos del lector…