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HETEROTOPÍAS (LIBRO + CD) – Matías Ávalos y Luis Felipe Barrio

Precio: 15.00€

Más de 25 años haciendo música, más de 25 años de maravillosas letras.

SINOPSISLOS AUTORESDatos formato físicoReseña en prensa

El librodisco, o discolibro, o como tenga a bien llamar al objeto que tiene entre manos, es un trabajo de orfebrería lleno de belleza y sentimiento. Dos magníficos compositores, cantantes y poetas unidos, cantando versos, haciendo que instrumentos, voces y palabras casen y conmuevan. Presentando su último trabajo musical, facilitan en retrospectiva todas sus anteriores letras.

Heterotopía lleva por título el último disco de Matías Ávalos y Luis Felipe Barrio, Heterotopías nombra este libro que recopila sus versos anteriores, sus poemas. Dos por uno.

Aunque comenzaron carreras por separado, ya hace unos años que Matías Ávalos y Luis Felipe Barrio graban y tocan juntos en toda Europa.

Matías Ávalos ganó el segundo premio de compositores nacionales, publicó el disco Manicomio en solitario y escribió tres libros de poesía.

Luis Felipe Barrio publicó en solitario el disco Lo Que La Edad nos cura y dos libros de poesía.

Juntos publicaron el disco Rojo con muy buenas críticas y tras él ¿Seattle?,un equilibrio entre la vanguardia y la música clásica, el uso de instrumentos acústicos y sonidos generados por ordenador. Heterotopía es su más reciente apuesta, la que presentamos junto a este libro recopilatorio de todas sus letras.

  • Fecha: junio de 2014
  • Colección: Ediciones Evohé
  • Más datos:
    • 156 págs.
    • 20X14 cm.
    • rústica
    • CD de música con 13 nuevas canciones: álbum Heterotopía
  • ISBN: 9788415415701

La heterotopía es el espacio contemporáneo por excelencia. El concepto, alumbrado por Foucault, remite a la disparidad. Disparidad de relaciones, personas, edificios, utopías, credos, oficios... entramados rizomáticos que se mecen y se encuentran y se besan sin revelar del todo el misterio.

Heterotopías, además, es el título del libro disco que acaban de presentar Luis Felipe Barrio y Matías Ávalos bajo el sello editorial ‘Intravagantes’, de Ediciones Evohé. Canciones para combatir el fracaso, encender una hoguera que palie el vacío, la soledad, el amor en suspenso, pero también para intensificar la dicha de los enamorados, acompasar el paso de supervivientes y acompañar el ánimo. Heterotopías.

Trece canciones. Desafiando a la triscaidecafobia, ese nombre imposible que designa la superstición o lo supersticioso para con el número.

Luis Felipe se mueve entre las coordenadas a las que nos tiene acostumbrados: zalamero, tierno y contundente. Matías, veleidoso, delirante, surrealista, poético en aguafuerte.

Las canciones de Luis Felipe llevan su esencia en lo que van cantando, rezuman belleza, sencillez, artesanía, oficio. Uno las escucha. No envuelven ni enamoran en la primera cita. Requieren su tiempo. Su propia cadencia. Y, cuanto más se las frecuenta, más matices nos devuelven, más sugerentes y hermosas nos resultan. Quizás porque se desvisten: “me encantaría/ trepar con galantería/y que tus manos de seda fina/ me entreguen el camisón”. De entre todas, cualquiera, pero sobre todo la ronda napolitana, precedida de un fragmento de la zarzuela ‘La canción del olvido’, como un guiño a su condición de obsoleto. “Para empezar, te empezaría/ por donde quieras llevarme/ para sonrojarme con tranquilidad / para desabotonarte con arte y tumbarte/ en los lindes del mar...”

Djavanarte’, con título-homenaje al músico brasileño Djavan (“me estiro, inclino, hacia tu altura/ te sobrevuelo por las llanuras/ que vengan desde el suelo a tu estatura/ interminable/ poética y práctica/ que pueda yo ofrecer bajo tus faldas/ tú, mi debilidad, turbada y alma/ de desequilibrar funambulistas”); ‘Gotera’, que ya cantase su socio Matías en ‘Manicomio’; ‘Macondo’ (“quiéreme con alegría y sin explicación/ quiéreme con alegría y simplificación”); la ‘Ronda napolitana’; ‘Tyche’, que rescata a esa diosa de la fortuna que vela por la prosperidad de la comunidad y ‘Últimamente’ son los seis temas compuestos por este madrileño de voz única. Entusiasma (y entusiasmo no es sino lo que nos provoca aquello que nos exalta el ánimo, que siembra un fervor interior).

Matías Ávalos es el alter ego de Luis Felipe. O viceversa. Porque juntos se ensamblan en un juego especular en el que todo encaja y se disfruta. Matías, más abrupto, más escultor en tanto que forja las palabras hasta retorcer imágenes y metáforas que nos golpean, nos perturban (“tiempo gusano remoto con hambre”). Es un visionario lírico, pero de otra forma. Si uno está atento, detectará la ternura última con la que canta, con esa delicadeza precaria de quien se juega (porque vivir también es un juego).

Además de ‘Tiempo gusano’, quizás la más hipnótica de las composiciones (casi lisérgica resulta esa voz alejada de Luis Felipe recitando el ‘nada te turbe’ teresiano), Matías aporta ‘Los tiempos felices’, con ese giro armónico al final (“me cruzan la casa/ hormigas incendiadas/ los tiempos felices traerán cicatrices... el mundo está enfermo,/ es un trastero por dentro”); ‘Cirugía estática. Monstruo movido por fiebres del alma’, título jardielesco casi, tan de Matías (“así vi al monstruo que encoge a mi amada”); ‘Del multisiempre’ (“Y esto es el final, / un murciélago entero se traga una cueva/ dejándonos sin luz la vida entera,/ sin saber diferenciar el bien del mal”); ‘Paraíso’ y ‘Mundo lento’, otro de los centros del disco.

Los arreglos musicales mantienen una calidez constante durante todo el disco. Si uno hace la abstracción de sacar las voces y dejarme mecer por las melodías se dará cuenta de hasta qué punto son entes que funcionan por sí mismas también. Claro que está el maestro Carlos Aguado a la guitarra (eléctrica y española) y la mandolina, haciendo sencillo lo intrincado. Se agradece también el sello de Manu Clavijo (violín y viola), Luis Lozano (teclados y programaciones), Ana Herrero (flauta travesera); Miguel Herrero (guitarra eléctrica y acústica), y Ángela Herrero y Telmo Gallardo (violín).

Cierra el disco es una de esas versiones de las que tanto gustan ambos. En este caso, de Hilario Camacho, ‘Los cuatro luceros’, espléndido tributo al maestro. Y aún hay más. Hay todas las demás canciones que les hemos ido escuchando desde que grabaron por vez primera, en 1992, en ‘Circuitos’, entre las que se encuentras algunas de las más bellas canciones escritas en castellano. No es exageración. Baste un par de ejemplos: ‘Y no me acuerdo de mi’, ‘Fin de año’, ‘Canibalismo’, ‘El bosque feroz’, ‘Nao sei outro mundo é possivel’, ‘On line’...

 

Esther Peñas  periodista

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